Monsiváis dixit, que conste

Como recientemente algunos «importantes» de la aldea andan un poco delicados (de “mírame pero no me toques, entrevístame y a ver cómo te contesto”), la columna de hoy no analizará discurso específico de los más altos facedores del destino estatal.

El protagonista será un texto del ganador del Premio Iberoamericano de Poesía “Ramón López Velarde” en 2006, Carlos Monsiváis.

Al entregarle esos 150 mil pesos y la medalla de plata, la gobernadora Amalia García dijo sobre premio y premiado: “Es un reconocimiento a ese pensamiento crítico, a esa riqueza que tiene Carlos Monsiváis cuando escribe ensayo, cuando hace artículo, cuando hace novela”.

De esa riqueza reconocida por la mandataria estatal, se transcriben ahora fragmentos de “Donde dice ‘César’ debe decir ‘mercadotecnia’”, publicado en El Universal y otros diarios el 11 de mayo del presente año:

“Cada alto funcionario habla para persuadirse a sí mismo de que qué bien lo está haciendo, de sus aportaciones históricas, de su innegable don de taumaturgo”.

Esta realidad se refleja en gran parte de los discursos políticos, no sólo de muchos gobernantes sino también de bastantes candidatos a todo.

Gobernantes existen, incluso, que parece que siguen en campaña. Por favor, que alguien les diga que ya ganaron; que les busquen la constancia de mayoría para que ya comiencen a gobernar y dejen de presumir el pasado y prometer el futuro.

Viene otra declaración de don Carlos:

“El discurso inventa las realidades, la credibilidad del que lee el discurso o, desdichadamente, lo improvisa, convierte la invención en la puritita realidad”.

De ese modo muchos políticos cacaraquean las obras del “ya merito” desde, incluso, dos años antes. Por eso resulta muy absurda toda ceremonia de “colocación de la primera piedra”.

La gran mayoría de los gobernantes viven en un mundo feliz, o virtual, o quimérico, o de palabras… Las del discurso que les redactaron para que se lucieran.

Ahora, la estocada del palabrero Monsiváis:

“(Para algunos políticos) Las cosas de admiración deben pregonarse porque precisamente nunca lo son en sentido estricto”.

Algo así como “quieren creérsela a como dé lugar”.

Para que el mentiroso deje de mentir, primero debe reconocer que miente.

Los políticos, gobernantes, burócratas, asalariados, lambiscones y demás seguidores deben, primero, dejar de ser cómplices del discurso triunfalista. Deben quitarse sus lujosos lentes de “realidad virtual” y reconocer la tierra, la jodidez e inseguridad en que vivimos los zacatecanos.

Cuando un gobierno realmente actúa, no necesita programas de radio o televisión ni convenios de Comunicación Social. La gente habla, reconoce, y hasta –si lo merece- defiende a su gobernante trabajador y transformador.

De esto habla Monsiváis, el mismo que, cuando en la noche del 2 de julio de 2000 el recién presidente electo Vicente Fox pidió apoyo de todos para gobernar mejor, contestó en cadena nacional televisiva: “Que cuente conmigo, yo lo apoyaré con la crítica”.

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